Las ciudades inteligentes incorporan soluciones de transporte sostenible, sistemas de análisis de datos y sensores. Sin embargo, la iluminación pública continúa siendo uno de los componentes más elementales e imprescindibles de la vida en las ciudades. Los gobiernos locales pueden disminuir el gasto de energía, incrementar la seguridad de los ciudadanos y progresar con sus obligaciones de descarbonización al reemplazar el alumbrado tradicional por sistemas autónomos e inteligentes de iluminación solar.
Según un reporte nuevo de la Agencia Internacional de Energía (IEA), el consumo de electricidad para la iluminación urbana constituye aproximadamente el 6% del consumo global total. Si esa proporción se reemplazara poco a poco por energía solar eficiente, el efecto en la disminución de las emisiones de CO₂ sería equiparable a que cada año desaparecieran millones de vehículos.
La iluminación solar en las ciudades inteligentes no solo se encarga de iluminar las calles: las farolas inteligentes incorporan sensores y centralitas para medir información relevante, cámaras de vigilancia, lugares para cargar autos eléctricos o hasta WiFi de uso público.
De este modo, la farola solar se transforma en un nodo fundamental de la red urbana y ayuda a hacer mejor la vida de las personas.
La noción de smart city ha evolucionado en los años recientes, pasando de ser un concepto a futuro a convertirse en una realidad palpable en muchas urbes del mundo. El propósito es evidente: establecer ciudades más sostenibles, funcionales y habitables con la ayuda de la tecnología. En este contexto, la iluminación solar tiene un rol estratégico, no únicamente en términos de ahorro de energía, sino también como motor para pasar a un modelo urbano más verde y conectado.